dijous, 3 de maig del 2012

PERDIDO EL ESPÍRITU DEL CONCILIO:

La Iglesia es un monolito en manos de la derecha curial.

P. Fitzsimmons

Entrevista a P. Fitzsimmons
ADISTA (ROMA, 25-12-2004)

 

Hoy el P. Fitzsimmons es dj en la radio de la BBC y vive en una parroquia en los alrededores de Glasgow, en Escocia. Sesenta y cinco años, uno de los máximos expertos en la traducción en inglés de los textos litúrgicos, biblista, y ex consultor de la Congregación para el culto divino y los sacramentos y rector del Colegio Escocés de Roma, p. John Fitzsimmons, que ha participado y creído firmemente en el Concilio Vaticano II, es un religioso que no manda a decir las cosas y que por esto fue removido de muchas de sus investiduras por el Vaticano.

Ha visto «morir» muchas de las instancias por las cuales ha luchado: la primera de todas, una traducción inglesa inclusiva de los textos litúrgicos, es decir, capaz de contener en sí el género masculino y femenino. Muy «adelantado» para el Vaticano y para la tendencia conservadora, favorable a un inglés arcaico e latinizante, del card. George Pell, arzobispo de Sydney, a la guía de la comisión «Vox Clara», nacida como organismo de consulta pero derivada en los últimos tiempos en órgano de control de la traducción en inglés del Misal romano. Pero Fitzsimmons no ha perdido su entusiasmo y está trabajando en un libro de memorias del Concilio, en el entendido que aún debe realizarse buena parte de él. Adista se encontró con él y lo entrevistó durante una estancia en Roma.

Padre Fitzsimmons, ¿quiere contarles a nuestros lectores su currículum vitae?

Pertenezco a la diócesis de Paisley, en Escocia, fui estudiante de filosofía, teología y estudios bíblicos aquí en Roma y en Jerusalén; fui docente en el seminario y en la Universidad por unos veinte años, también párroco; entre tanto fui presidente de la comisión consultora del ICEL, es decir la Comisión internacional para el inglés en la liturgia, y consultor de la Congregación para el Culto divino y los Sacramentos. Ahora ya tengo 65 años y estoy retirado. Estoy escribiendo mis memorias del Concilio Vaticano II, ya que participé como miembro de la Secretaría del Concilio.

¿Qué pasa con el Concilio hoy?

Cada tanto pienso que el espíritu del Concilio se ha perdido en la Iglesia, porque en un cierto momento establecimos el principio que la colegialidad de los obispos con el Papa era un elemento fundamental de la Iglesia, para hacer crecer las Iglesias locales, y para mí es un problema, en este momento histórico, el hecho de que esta colegialidad simplemente no exista.

Un año atrás, cuando murió el cardenal König, escribí un artículo en el cual decía que una vez, hablando por teléfono expresamos molestia a propósito del tema, porque también él sabía que la colegialidad aún estaba muy atrasada en su desarrollo. La Iglesia se hizo más centralista, el Vaticano tomó todo el poder, los obispos son nombrados por el mismo Vaticano y las iglesias locales no pueden crecer, la enculturación (sic) no es parte del proyecto global, de la escena contemporánea. Considerando esto y considerando también el complejo de estudios que se hacen de parte de seminaristas en vías de sacerdocio, tengo la impresión que se haya vuelto a los tiempos anteriores al Concilio. Esto me crea molestia y también miedo por el futuro de la Iglesia.

Iglesia. He explicado todo esto, he intentado de explicarlo también aquí en Roma y me removieron de la cabeza del Colegio escocés, tras tres años, en 1989. Evidentemente mi modo de pensar era muy diverso del que querían las autoridades vaticanas y los obispos, que fueron nombrados por el mismo Vaticano. La cosa no me molesta, yo sólo traté de hacer lo mejor comunicando a los estudiantes, en el espíritu del Concilio Vaticano II que según mi opinión, es un espíritu de apertura, de aventura, de experimentación de cosas, y si las cosas no funcionan, probar otras, ¿por qué no?

La Iglesia de los orígenes no tenía un plan claro; los apóstoles hacían su labor solos en los lugares donde se encontraban. Siempre he dicho que la Iglesia en Escocia no es la de la India, no es la de Norteamérica o Sudamérica. Es necesario encontrar una forma de enculturación que se adapte a las necesidades de la gente. Entonces se necesita una nueva teología, pero sobre todo una nueva practica pastoral. Y esta debiera estar fundada en el laicado, no porque no haya curas, sino porque somos todos pueblo de Dios, y estamos todos llamados al ministerio de la Iglesia. Está también la llamada a la santidad, a ver el evangelio como modelo de vida, a dar este testimonio al mundo secularizado de este momento histórico. Me encuentro, como decir, separado de las autoridades e incluso en cierta medida de colegas, incluso con contactos aquí en Roma. No critico sin razón, sin saber lo que sucede: hoy estuve, por ejemplo, en la Radio Vaticana, el otro día me encontré con el profesor Liverani, director de las antigüedades clásicas del Vaticano; tengo muchos contactos y los alimento. Lo que quiero es contribuir de algún modo al desarrollo del espíritu del Vaticano II, que se ha perdido. He hablado con el padre Cohen, director de la Especula vaticana, a Castelgandolfo. Me decía que se necesita volver la mirada a los primeros años del pontificado de Juan Pablo II. En esto estoy de acuerdo, pero son los últimos años los que me turban, porque la salud del papa no es buena, claramente, y se ve que la Curia romana odia el vacuum (vacío), por lo cual hay autoridades entre los cardenales que han asumido un poder al cual no tenían ningún derecho. Nos encontramos en un momento histórico en el cual la Iglesia se presenta al mundo como un monolito, como era antes del Concilio. He hablado con el padre O’Collins, de la Universidad Gregoriana, que es de mentalidad muy abierta, universal, católica en el sentido más pleno: me decía que se debe estar muy atento a lo que se dice. Y esta es también mi experiencia: incluso cuando enseñaba aquí, era muy difícil decir todo lo que se pensaba sin ser removidos.

La Iglesia de hoy, por tanto, es un monolito, en el cual parece haber cada vez más poderes orientados hacia movimientos conservadores como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo…

Cierto, los más poderosos son siempre los movimientos del ala derecha de la Iglesia, que tienen dinero sin fin, pecuniae sine fine, mientras nosotros, en cambio no tenemos estos recursos, y como dice un proverbio inglés, quien pone el dinero pide lo que quiere. Estos grupos son poderosos sobre todo en América, en particular en Estados Unidos. Cuando vino por primera vez a Roma, había una especie de mafia, un grupo interno que controlaba casi todo en torno al papa, que en ese tiempo era Pío XII. Pero eran todos italianos, y con los italianos se puede hablar. Ahora muchos son sudamericanos: de Colombia, de Chile. Tuve problemas serios con el cardenal Medina Estévez, que no podía tolerar la liturgia en lengua vernácula. Ahora está retirado con su amigo el general Pinochet, pero dejo, diría yo, una triste herencia para su sucesor, el nigeriano Arinze. Por ende, por mis «pecados» estuve siempre en contacto con la liturgia, y por ende con la Congregación para el Culto Divino, así como con el ecumenismo y el dicasterio para la Unión de los Cristianos. También en este campo hay problemas, de nuevo por causa del imperialismo romano, y las otras Iglesias, ciertamente en mi país, pero también en Rusia, son frías hacia el dialogo ecuménico, no quieren involucrarse porque en este momento histórico perciben la Iglesia de Roma como intolerante. La Iglesia romana tiene una fórmula que todos deben suscribir, y esto según yo está contra el espíritu del ecumenismo, pero también el espíritu del Concilio Vaticano II. Se trata de un proceso de retorno a los días precedentes al Vaticano II, que no solo me fastidia, pero me entristece porque la Iglesia tenía una oportunidad de apertura al mundo y no la ha tomado.

Miremos hacia el futuro, ¿que nos espera con el próximo pontificado?

A esta pregunta doy siempre la misma respuesta; como próximo papa quiero: a) un italiano, b) un italiano que se quede en casa. Me explico: un italiano que sepa expresarse bien sobre la doctrina de la Iglesia, digamos Dionigi Tettamanzi, por ejemplo, que tiene la capacidad de los italianos de buscar un nivel resolutivo. «Que se quede en casa», es decir controlando lo que aquí sucede, porque este papa, con sus viajes, dejó un vacío de poder llenado por la curia. La Curia se hizo prepotente, muy potente. O nos confiamos a una perspectiva más abierta, o la Iglesia que conocemos se disolverá. Es un momento crítico.

También porque hay muchos temas quemantes que alejan a los creyentes de la Iglesia…

Cierto, pero todos estos temas quemantes existen desde siempre, basta pensar en la bioética. No sé por qué la Iglesia piensa que se necesita encontrar algo seguro, claro, infalible, sin poder cambiar de idea. Hay que dejar ir las cosas, abrir una discusión, dejar a los estudiosos hacer su trabajo. Son muchos que han dejado la Iglesia porque les faltó el aire para respirar.

Hablemos un poco de su trabajo al interior de Icel: ¿a qué punto está la traducción del misal en inglés?

No lo sé: ¡también me removieron del Icel! Dirigía la reforma del misal el 98, que fue rechazado por el Vaticano, pero la puse en CD-ROM y la hice circular, para hacer ver a todos lo que había sido rechazado. Ahora quieren volver a un inglés arcaico, arcano, que la gente verdaderamente no quiere, y ni siquiera los obispos. En ese periodo existía la teoría de la equivalencia dinámica, es decir el genio del latín y transformarlo en el genio de la lengua inglesa. Ahora quieren una traducción literal, no solamente frase por frase, sino palabra por palabra. Nosotros hicimos textos originales desde el inicio, el 1963, desde la fundación del Icel, estaba prevista la distribución de textos originales, porque los textos latinos son buenos, pero no dicen todo. Y por ende existía la necesidad de encontrar artistas, poetas, escritores, personas de cultura que podían expresarse bien para dar a la Iglesia un texto en inglés para leer y respetar. Ahora, en cambio, se llegó al punto de traducir solamente lo que hay en el latín, en un lenguaje de siglos pasados.

En este proceso, ¿qué peso tiene la comisión «Vox Clara» presidida por el cardenal Pell, entre los más conservadores? ¿Es un organismo solo consultivo, como se dice oficialmente, o tiene una influencia más decisiva?

Parece que se ha desarrollado de modo tal que adquirió un peso más decisivo. Al principio, a quien preguntaba de que servía «Vox Clara», el respondía «no lo sé». Ahora tiene, creo, la clara instrucción del Vaticano de controlar la traducción, pero en general todo el proceso y la selección del personal e incluso la paga… Son los que en inglés se llaman control freaks, es decir maniacos del control en todos los detalles; hace un tiempo esto sucedía siempre con el dialogo y en contacto con los obispos, ahora ya no más. El futuro de la liturgia en inglés, por tanto, es bastante incierto.

Usted vive en Escocia: la convivencia en el Reino Unido de católicos y anglicanos que están viviendo la experiencia, por ejemplo, de las mujeres pastoras, ¿qué efectos tiene sobre los católicos? ¿Se sienten dispuestos a reivindicar a reivindicar un puesto más amplio para las mujeres en la Iglesia o los católicos funcionan como elemento de freno?

En Escocia hubo una situación particular, porque la comunidad no es anglicana sino presbiteriana, una Iglesia de la reforma como la valdense en Italia. Ellos tienen pastores femeninos hace muchos años. La moderadora de la Iglesia de Escocia en este momento es una mujer, madre de familia, profesora, mi amiga. Lo que es difícil es iniciar la discusión en círculos católicos. Ni siquiera entra en discusión. Es el impedir la discusión lo que me da tristeza: no podemos ni siquiera hablar del lenguaje inclusivo o de mujeres en el ministerio de la Iglesia, del celibato… de esto no se discute porque las autoridades, a partir del papa, ya cerraron la discusión. Su argumento, que yo no entiendo, es que no es posible para la Iglesia ordenar a una mujer sacerdote: esto no lo entiendo. La Iglesia ha siempre pensado que todo es posible: ¡es el único principio de la teología sacramental! Si la Iglesia lo ha hecho, la Iglesia puede hacerlo. Por ende, decir que para la Iglesia es imposible hacer estas cosas, para mí es un argumento inválido.

Para la Iglesia hay temas más «católicos» que otros… Basta ver en la reciente campaña electoral Usa: es más católico un «no» al aborto» que un «no» a la pena de muerte…

El problema es éste: hay quienes van a votar en apoyo a un solo tema, mientras se debe mirar todo en su conjunto. Quizá ese candidato tiene un modo de pensar diverso del mío, pero en otras cosas va en una dirección que apruebo. Diría que es una gran lástima que haya sido reelegido Bush...

Su comportamiento, ante la Iglesia, es más bien crítico. ¿Usted se encuentra a gusto?

Yo no quiero sólo la crítica; mi posición es la del disenso leal, que aún se acepta en la Iglesia. Amo a la Iglesia, la Iglesia me ha dado lo que tengo; pero, viendo la dirección que ha tomado en estos últimos años, temo que la Iglesia vaya en una dirección diversa de lo que quería nuestro Señor. Todo esto que digo lo digo porque quiero hacer participar a la gente. Por ejemplo, quiero ayudar a los escoceses a integrarse a la vida política de la nación, y a dar vida a una identidad específicamente católica en el panorama identitario de la nación. Es un objetivo difícil, pero muy importante, para los obispos, los sacerdotes y el pueblo católico.

Usted ahora vive en una parroquia.

He cuidado una parroquia durante catorce años, ahora vivo en una parroquia y cada cierto tiempo trabajo en la BBC. Hago de dj el domingo en la mañana, un espacio que abarca desde música clásica a pop, del cual soy un experto. Puede parecer singular, pero diría que la experiencia católica debe ser una apertura a toda la vida. Hay un principio que es específicamente católico: la gracia se construye sobre la naturaleza. Jesús ha dicho: he venido a daros la vida, la vida en su plenitud. Es la liberación, la liberación de los hijos de Dios.

¿No le parece que la libertad quizás cause miedo, especialmente aquí en Roma?

Sí, se tiene temor que la gente tenga el sentido de aventura, de apertura que había durante el Concilio. Qué lástima, porque, como decía, se puede buscar una solución, y si no resulta se prueba otra. El hecho es que los católicos adultos nunca han desarrollado su fe, se quedaron con una fe infantil.

Es una observancia, pero no un estilo de vida: han crecido naturalmente pero no espiritualmente.

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